Steven Lebistsky y Daniel Ziblatt especialistas en gobierno y democracia de la Universidad de Harvard publicaron un libro titulado “Cómo mueren las democracias” (How die democracy). En este texto se plantea, entre otras cosas, las características de los gobiernos autoritarios y su modo de operación, basado en el análisis de dictaduras de América y Europa en las últimas décadas. Además, describe cuáles son las reglas no escritas que permiten a un país transitar por una democracia que prevalezca en el tiempo.
Me gustaría profundizar un poco más en una de las claves que planta Lebitsky y Ziblatt para atenuar un gobierno autoritario en el ejercicio del poder.
Primero, debemos reconocer que, con base en la experiencia en otros países, un líder autoritario generalmente llega al poder con un alto nivel de popularidad. Esto, debido a que sabe canalizar a través de un discurso populista, la depresión, el hartazgo o el enojo generalizado ante hechos sociales, políticos o sociales graves o injustos. Por ejemplo, Hitler supo canalizar la depresión alemana ante la derrota en la Primera Guerra Mundial, o Hugo Chávez que supo usar a su favor la desigualdad económica y social venezolana.
Este respaldo popular fortalece la legitimidad del líder autoritario, quién generalmente la usa a su favor para pasar por encima de opositores, para controlar a las instituciones democráticas e incluso para hacer reformas al marco legal para mantener el poder de forma plena y permanente.
Lebitsky y Ziblatt plantean que se requieren agendas de amplio consenso que articulen coaliciones de alto alcance, que a su vez fortalezcan el equilibrio democrático y protejan los límites del ejercicio del poder, ante los riesgos de un gobierno autoritario. Una de esas agendas de amplio consenso en la cual se debe poner atención para construir las coaliciones de alto alcance, es la política familiar.
La familia es uno de los pocos rasgos comunes en la amplia mayoría de la sociedad y además, de acuerdo a distintos estudios, es lo más importante para la mayor parte de las personas. Es por eso que es fundamental comprender, visibilizar y atender los grandes problemas y necesidades de la familia.
Apostar por una política familiar abona, en primer lugar, a atender una deuda social con soluciones concretas a los problemas reales de la familia. En segundo lugar, porque permite acercarse a esa población poco escuchada que puede ser presa fácil de discursos populistas y de esta forma “restar adeptos” al líder autoritario.
Los líderes políticos, la clase empresarial y las organizaciones de la sociedad civil son actores protagónicos del ejercicio, protección y fortalecimiento de una gobernanza democrática. Para lograrlo, es fundamental diseñar e impulsar una política familiar, por justicia y por estrategia.
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