“La moral es un árbol que da moras” fue la frase usada por Gonzalo
Santos, “celebre” político mexicano de los años 40´s. La frase habla por sí
misma -considerando al autor de la misma-. Esta frase usada en las memorias de
quien fuera gobernador de San Luis Potosí es la clara imagen de la
desvirtualización, e incluso usando la ironía, de la política mexicana.
Lamentablemente este estigma que lleva el político mexicano
promedio se repite en muchos países de Latinoamérica. Esta imagen generada tras
años de corrupción, tráfico de influencias y despotismo de muchos -no todos,
aunque tal vez la mayoría- políticos ha llevado a creer que en la política lo
último que importa es la moral o los valores.
La pregunta sería ¿Todo político está
alejado de la moral? ¿Existe la posibilidad de generar e incluso promover un
apego a los valores dentro de la política?
La pregunta es difícil. Para quienes están
o han estado dentro del ambiente político seguramente podrán testificar que la
realidad no es tan sencilla como se presenta en un planteamiento teórico. La
tentación del poder, los intereses personales o grupales y la ambición, son
elementos que están a la orden del día en esos ambientes.
Dentro de esta reflexión quiero poner como
ejemplo un evento que creo que vale la pena destacar. El pasado viernes 25 de
septiembre se llevó a cabo la “Regional Summit of the Americas by Political
Network for Values” (Cumbre Regional de las Américas organizada por una red
política por los valores).
Esta cumbre reunió a políticos de
diferentes países del continente americano con la finalidad de establecer un
diálogo sobre las principales problemáticas de los países americanos
estableciendo como ejes: La dignidad de la persona, la promoción de la familia
y las libertades fundamentales.
Es curioso que temas con la dignidad
humana y la familia, que para algunos parecieran poco interesantes, se planteen
como la base de cualquier enfoque de política para la promoción del desarrollo
social y la construcción del bien común.
En lo personal, fue muy alentador escuchar
el testimonio y el pronunciamiento de muchos políticos que defienden firmemente
que el fortalecimiento de la familia, el respeto a la vida y la defensa de la
dignidad humana deben ser los ejes de toda política en todas naciones.
Claro está que el reto es aún mayor. El
siguiente paso es deslizarse del discurso a la acción, y que las palabras
pronunciadas en la Cumbre de las Américas se hagan realidad. Por lo pronto debo
destacar dos cosas, la primera es que defender los valores puede -y debería
ser- atractivamente político para quienes ejercen una carrera pública; y la
segunda es que se ha conformado una red de políticos que en principio,
defienden los valores como la base de cualquier ejercicio político.
Que se capitalice este panorama es también
es responsabilidad de nosotros, los ciudadanos. Si se ridiculiza a la moral y
la promoción de los valores es también responsabilidad nuestra. Debemos
aplaudir esfuerzos como el realizado en Washington y hacer ver a nuestros
representantes que defender los valores fundamentales puede generar un
ganar-ganar entre gobernante y sociedad civil.
La moral no debe ser un tema que
avergüence o que sea objeto de burlas en el ambiente político. Debe ser la base
de cualquier enfoque político y la bandera de cualquier ejercicio público.
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