Hay
mucha incertidumbre a sólo unos cuantos días que tome posesión el presidente
electo y en ese contexto me gustaría compartir algunas ideas del libro “México
rifado” de Gabriela de la Riva, que tuve oportunidad de leer hace algunos
meses, en el cual expone los elementos que conforman la narrativa pública y la
conformación de un nuevo discurso y una nueva actitud que el mexicano debe
tomar para dejar atrás complejos de inferioridad y de víctima y dar el paso del
“ya merito” al “si se pudo”.
Primero,
la autora plantea un diagnóstico claro y sencillo del sentir de los mexicanos y
lo resume diciendo que los mexicanos estamos “¡hasta la madre!”, que estamos
hartos, hartos de la corrupción, hartos de la inseguridad, hartos de un desfile
de políticos con promesas incumplidas, hartos de la desigualdad, hartos de
nuestra realidad como país y como sociedad.
Ante
esa situación, Gabriela plantea tres tipos hartazgos que como mexicanos podemos
tomar, uno es el residual, otro es el visceral y otro es el emergente. Ante
tres formas de demostrar nuestra inconformidad, la autora plantea algunos
cambios de actitudes de las cuales me gustaría destacar tres:
“De
las lágrimas a la creatividad.”
Este
cambio de actitud implica reconocer que hemos vivido en un hartazgo residual
que nos lleva de ser las víctimas eternas fundado en un complejo de inferioridad
y de “conquistados”. Esto nos lleva a una actitud visceral de emociones
explosivas, como las del Piojo Herrera, que bien puede celebrar eufóricamente
un gol como cinco minutos después puede estar mentando madres al arbitro… para
finalizar en un hartazgo emergente, que si, parte de una inconformidad pero que
lleva a la acción con ejemplos como el de Alejandro Martí, quién vivió la
pérdida de un ser querido a causa del crimen organizado, lo cuál lo llevo a
fundar México SOS, una de las organizaciones más importantes sobre seguridad en
nuestro país.
“De
la impotencia al cambio.”
Este
cambio de actitud parte de un hartazgo residual que se acomoda en el
conformismo por creer que nada puede cambiar. Pasa por un hartazgo visceral de
un emotivismo irracional, parecido al que experimentamos cada cuatro años en
los mundiales de futbol creyendo que sin preparación ni continuidad, México
puede aspirar a ser campeón del mundo… para llegar aun hartazgo emergente que
reconoce que las cosas no van bien y que el cambio no va a venir de fuera, que
nos toca a nosotros, con ejemplos como COPARMEX, una organización empresarial que
se ha apostado, si a las causas de los empresarios, pero que impactan en la
vida de todos los mexicanos como el combate a la corrupción y la defensa de la
legalidad.
“De
estirar la mano a manos a la obra.”
Este
cambio de actitud parte de un hartazgo residual que se estanca en una visión
paternalista que provoca un estado de confort esperando que “papa gobierno”
resuelva todos los problemas y que los políticos son los culpables de todos los
males que nos suceden. Posteriormente pasa a un hartazgo visceral que canaliza
el enojo a un voto de castigo, creyendo que “castigando” a los “políticos de
siempre” vamos a estar mejor, este tipo de conjeturas tienen hoy a AMLO en la
presidencia… para por fin llegar a un hartazgo emergente que no espera que las
cosas sucedan sino que reconoce que si no nos organizamos a todos nos va a ir
mal, y justo aquí es donde tenemos nuestra área de oportunidad, ante un peligro
populista inminente, la sociedad mexicana será organizada o no lo será.
Si,
hay mucha incertidumbre a sólo unos cuantos días que tome posesión AMLO como
presidente de México, pero creo que justo es el momento idóneo para dar el
“salto de calidad” que nos debemos como sociedad mexicana, dar el paso a esa
visión emergente, de un mexicano que canaliza de forma creativa su
inconformidad, que reconoce su responsabilidad y que se organiza para salir
adelante.
Es
momento de la sociedad, de los mexicanos emergentes, del México que esperamos y
que queremos.
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