Este jueves 3 de agosto falleció el sacerdote José Miguel Machorro, quién fue apuñalado brutalmente a la mitad de una Misa que oficiaba en la Catedral de la Ciudad de México en mayo de este mismo año.
El miércoles 26 de julio, durante la madrugada, explotó una bomba molotov dentro de la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano, que por fortuna no cobró ninguna vida. El atentado se lo adjudicó un grupo feminista radical.
El 11 de abril de este año, balacearon una casa cural donde vivían sacerdotes del estado de Morelos.
En el sexenio de Enrique Peña Nieto se han asesinado a más de 20 sacerdotes, siendo la administración más letal para el ejercicio del sacerdocio.
Hoy, en este mundo posmoderno insultar a alguien por su color de piel, es un acto racista intolerable. Insultar a alguien por su preferencia sexual, es un acto homofóbico despreciable. Pero insultar a alguien por su religión, es motivo de burla e incluso se considera “justificable”.
No estoy diciendo que un acto discriminatorio por raza o preferencia sexual sea bueno, claro está que cualquier acción discriminatoria es terrible y debería erradicarse. El problema es que pareciera que se hiciera una excepción cuando se trata de juzgar, ofender o violentar a una persona por su religión.
Hoy vivimos una terrible paradoja. En un mundo hiper-susceptible, no puedes gritar una palabra popular en un estadio de fútbol, pero si puedes criticar, ofender o hasta violentar a una persona por ser católico sin que nadie haga algo al respecto, incluso hasta llega a ser aplaudido.
Este mundo posmoderno se ha obsesionado con los derechos y las libertades, olvidándose por completo de la libertad religiosa, la libertad de creer y practicar tu fe. Basta ya de agresiones a las personas por sus creencias religiosas.
Es cierto que ha habido errores y omisiones humanas en nuestra Iglesia, como en cualquier organización o grupo humano, los cuales son condenables y deben erradicarse, pero esto no es justificación para cualquier acto discriminatorio o de violencia.
No es posible que la Iglesia Católica o cualquier religión, sigan siendo blanco de ataques, de burlas, de ofensas y de actos violentos. Invito a los “defensores de la libertad y la tolerancia” a ser congruentes con su discurso, que respeten y protejan el derecho a la libertad religiosa y que se erradique cualquier acto discriminatorio por creencias religiosas.
A los católicos y los miembros de cualquier religión víctimas de la intolerancia, los invito a ser firmes en su fe, que la incongruencia de esta sociedad posmoderna no haga flaquear sus convicciones personales y ante los retos del mundo encontremos una oportunidad de reafirmar nuestras creencias.
Juan Antonio López Baljarg
@Juanlbaljarg
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