“Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, quién
soy yo para juzgarlo” fueron las palabras del Papa Francisco en una plática que
sostuvo con periodistas en su vuelo de regreso a Roma de la Jornada Mundial de
la Juventud del 2013.
Estas declaraciones levantaron gran revuelo en la opinión mundial
Muchas personas decían que por fin habría una renovación de fondo en la
doctrina de la Iglesia y no dudo que uno que otro se haya desgarrado las
vestiduras ante tal suceso… Pero para poder darle una lectura más ecuánime se
deben analizar dos términos diferentes pero que deben ser complementarios: la
verdad y la caridad.
La doctrina de la Iglesia tiene su fundamento en la verdad, no
juzga, no critica, no condena y tampoco cambia porque no esta basada en
opiniones humanas. Las palabras del Papa Francisco no son progresistas ni
chocan con las enseñanzas de la fe católica, su declaración es un mensaje de
caridad que a veces es la cara menos visible de nuestra Iglesia, que el Santo
Padre abandera de una forma maravillosa y que es ejemplo para todos los
católicos.
Sería un error pensar que la religión discrimina a alguien, pero
tampoco puedo negar que existan personas que discrimen justificándose en la
doctrina. Es ahí en donde se encuentra el primer problema, tener la doctrina en
una mano pero señalar con la otra, esa sería una falta de congruencia de
cualquier católico. Cristo vino a perdonar y redimir al hombre por la caridad.
Y por eso son tan acertadas las palabras del Papa Francisco. La verdad sin
caridad es estéril, que en el peor de los escenarios puede caer en radicalismos
extremos.
Pero también tenemos la otra cara de la moneda. En una sociedad
líquida en donde las estructuras sociales y los preceptos éticos cambian según
los antojos del ser humano postmoderno, la verdad es adecuada a nuestra
conveniencia. Lo peor es que estar en contra de estos cambios es “atentar”
contra la libertad y la dignidad de las demás personas.
¿Qué padre dejaría tomar una botella de acido a su hijo sólo
porque se le antojó? El ser humano postmoderno es esclavo de sus instintos y
una Iglesia que muestra el camino de la verdad, es tachada de obsoleta y
rígida. Es claro que la caridad es abrir los brazos al prójimo, pero alejados
de la verdad no podremos saber qué es lo mejor para nosotros y es más fácil
“respetar” o hacer caso omiso del desorden moral que vive nuestra sociedad. La
caridad sin verdad es ciega y es “carne de cañón” para las ideologías que
promueven el libertinaje.
No nos confundamos, el ser y el hacer de la persona son dos
elementos diferentes. El Hacer se puede juzgar a la luz de la doctrina pero no
para ganar un premio o merecer un castigo sino por la misma naturaleza de la
acción. La dignidad del Ser humano no
cambia, no se juzga ni es diferente una de otra. No nos confundamos, la verdad
y la caridad deben ir de la mano, juntas llevarán al ser humano a su plenitud.
Juan
Antonio López Baljarg
@Juanlbaljarg
Comentarios
Publicar un comentario