¿Qué
vas a hacer cuándo seas grande? Es una pregunta muy fácil de contestar cuándo
eres niño… ¡Futbolista! ¡Astronauta! ¡Maestra!, esas y muchas más son las
respuestas inocentes y llenas de emoción que muchas veces dimos.
Sin
embargo, cuándo crecemos… la decisión puede volverse más complicada, tal vez porque
nos damos cuenta de la trascendencia que tiene la pregunta, por lo cuál, la
respuesta ya no puede ser tan espontánea. Y a veces la respuesta tarda en
llegar… o en ocasiones, tristemente no llega. El problema es que, el momento de
tomar una decisión se aproxima irremediablemente, y el tiempo nos exigirá una
respuesta tarde o temprano.
En
lo personal, hice mi primer plan de vida a los dieciocho años y debo confesar
que fue un completo desastre. Se me pedía crear una imagen clara de mi vida en
cinco, diez, quince años, y así sucesivamente. Fue tan complicado imaginarme
cómo quiero verme… y mientras más años le ponía, más complicado se volvía.
Hace
algunas semanas, conocí a una persona que me comentó que hacer un plan de vida,
más allá de los diez años es irreal, ya que no podremos saber lo que podría
pasar y hacer un proyecto tan rígido podría traer problemas. La propuesta me
pareció muy interesante.
Al
final de cuentas, considero que lo mejor sería una combinación de ambas
propuestas; pienso que debemos tener una imagen muy clara de lo que queremos en
nuestra vida, ..sabiendo que a lo largo de nuestra historia, puede ser
necesario adaptar algunos de nuestros planes de acuerdo a diferentes
circunstancias, manteniendo siempre la esencia de nuestro ser.
Sin
embargo, en la actualidad, veo que la forma en que definimos lo que haremos de
nuestra vida, en ocasiones es equivocada. Antes de pensar en lo qué quiero
trabajar, en dónde o en cuándo, deberíamos preguntarnos cuál es nuestra misión
en la vida. Pareciera lo mismo, pero no lo es.
El
plan de vida (qué es el que generalmente hacemos) nos dirá cómo, cuándo y dónde
haremos eso que queremos lograr en la vida. Pero la misión de vida nos dirá el
qué, por qué y para qué estamos aquí, es decir, la razón de nuestra existencia.
Este último punto, pienso que es el primero y el más importante por descubrir.
Cada
persona es distinta, y descubrir nuestra misión de vida puede ser muy fácil o
muy difícil, el nivel de dificultad puede variar según cada persona. Y es que
seguramente habrá dificultades, tropiezos, desánimo… entre tantas
circunstancias que pueden surgir en el camino, las cuáles valdrá la pena
abordar en otro momento.
Por
el momento, para mi es importante aclarar que jamás será un esfuerzo en vano
invertirnos en la gran tarea por descubrir nuestra misión en la vida. Ya que la
respuesta que obtendremos será, seguramente, el mapa para encontrar el gran
tesoro de tu vida.
Juan Antonio López Baljarg
@juanlbaljarg
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